Gobiernos, fondos de pensiones soberanos, las principales fortunas del mundo, grandes compañías de todos los sectores imaginables –desde el armamentístico a los petrolíferos, pasando por la explotación de minerales en África–, fundaciones y universidades privadas y millones de planes de pensiones de particulares, han convertido a Blackrock en la mayor gestora de fondos del mundo en apenas tres décadas.
Si fuera un país, sería la cuarta potencia económica del mundo, solo por detrás de Estados Unidos, China y Japón, y por delante de los grandes países de la Unión Europea, como Alemania, Reino Unido o Francia.
Sus movimientos se notan
Cada vez que toman una decisión, para buscar la mayor rentabilidad a los 4,2 billones de euros que actualmente gestionan, se nota. «Cuando deciden entrar en una empresa no lo hacen con una participación menor, sino a lo grande con paquetes que les permiten sentarse en los consejos de las grandes compañías», apunta José Lizán, gestor de fondos de Auriga Global Investors.
Pero la capacidad de maniobra que le da ese colchón de dinero bajo su mano le permite también entrar en el juego del trading, operando a corto como si de un banco de inversión más se tratara, colocándose al mismo nivel de los Goldman Sachs, JPMorgan o Fortis.
Algoritmos potentes
Al final, lo que busca Blackrock es obtener la mayor rentabilidad para los fondos que sus clientes les han confiado, y si hay que entrar en esta operativa se entra. «Al detectar debilidades o fortalezas en los mercados, cuentan con unos algoritmos muy potentes que les permiten decidir las inversiones en un sentido u otro», dice Lizán.
Poner cara a este coloso de las finanzas resulta bastante sencillo. A través de su página web se puede comprobar, con todo lujo de detalles, quiénes están detrás de este imperio financiero.
Fortunas y planes de pensiones
Al frente de los 12.000 empleados distribuidos en 70 oficinas repartidas en 30 países figura Larry Fink, un californiano de 63 años que repite, cada vez que tiene ocasión, que su único objetivo es buscar la mayor rentabilidad posible a todos los que les han confiado la gestión de su dinero. Desde las 90 de las 100 fortunas más cuantiosas del mundo a los millones de particulares que esperan contar con el mayor respaldo económico una vez que se jubilen.
El fulgurante ascenso de Blackrock, hasta colocarse como la mayor gestora del mundo en apenas tres décadas, ha llamado la atención de no pocos, como la de la periodista financiera alemana Heike Buchter, afincada en Nueva York.
Aprovechamiento de la crisis
En el libro que acaba de publicar, no con la idea de desprestigiar a la empresa, sino para dar cuenta del alcance de su actividad, Butcher apunta cómo la empresa fundada a finales de la década de los ochenta por el propio Fink y Robert Kapito (en la foto, a la izquierda) –antiguos socios en Blackstone– ha sido capaz de aprovecharse de la gran crisis que hace siete años sacudió a los mercados de todo el mundo, con la quiebra de Lehman Brothers, uno de los mayores bancos de inversión.
Hasta ese momento, se había granjeado su prestigio a base de trocear paquetes de activos hipotecarios para tratar de minorar las pérdidas. Pero, desde entonces, las cosas empezaron a cambiar. Se sucedieron las llamadas de los Gobiernos y de los grandes bancos para solicitar sus servicios. Y hasta hoy. El Ejecutivo griego ha sido el último en ponerse en manos de los asesores de Blackrock para intentar enderezar el rumbo de sus finanzas.
Ajustes dolorosos, un daño colateral
Y las recetas valen lo mismo para Grecia igual que han valido para España, y son las que son. Ajustes y más ajustes. Hace unos meses, el propio Larry Fink visitaba Madrid y venía a decir que no quedaba otra que ajustarse el cinturón para retomar la senda del crecimiento, aunque los ajustes resulten muy dolorosos para muchos en el corto plazo, como hemos visto en España, no solo para los particulares, sino también para esas grandes empresas que se endeudaron muy por encima de sus posibilidades, y que todavía hoy siguen apechugando con ese lastre.
Entre los inversores, Blackrock se ha generado la confianza gracias a iShares, la plataforma de su propiedad con la que ofrece en todo el mundo los famosos ETF, los fondos cotizados que, como si fueran acciones, cotizan en los mercados pudiéndose comprar y vender a lo largo de una sesión, al precio existente en cada momento, sin tener que esperar al cierre.
Liquidez inmediata para evitar los vaivenes en los que están inmersos los mercados, ya que permite deshacer posiciones de forma rápida si vienen mal dadas, y hacerlo de manera mucho más económica, al no tener que recurrir a la contratación de un gestor, como ocurre con los fondos tradicionales.