Ya termina, por fin. El maldito 2020. El año en que dejamos de besarnos y abrazarnos para salvar vidas. El año del coronavirus, de los toques de queda, de las calles desiertas, de las mascarillas, de los aplausos solidarios a los sanitarios…
En el recuerdo, grabados para siempre, el adiós en soledad de nuestros mayores, las muertes de seres queridos, el miedo a lo desconocido, la vulnerabilidad y la incertidumbre. Costará recuperarse de las secuelas humanas, sanitarias y económicas que deja, por eso hay ganas de que se acabe, de mandarlo al diablo, de gritarle ¡Adiós y hasta nunca!.